Por el cansancio de haber sido
soldados
con el diestro cauterio del domador
de
incendios
-cada llaga de luz con su correspondiente prescripción
de
'no te propagues ni prodigues y mucho menos
te transformes en manatial,
surgente aurora'-
algunos animales se quitan poco a poco la piel
y
en un acto de arrojo
abandonan el corro de otros muchos perplejos
animales
y se lanzan desnudos
tras la distante caravana de
hombres azules
-esos que arden arenas, esos que comen
rosas-
En la cureña de sus ojos llevan en andas su
deseo
como en una procesión:
que me beba tu sed
que el
dolor sea compuerta
de una serena coincidencia en el
desierto
Una es la noche
para aquellos que fueron tienda y
peregrinar:
arco de extremos tensados por la cuerda de un idioma
común
Toda sombra es humana cuando se encienden las fogatas
y
preludio de lluvia
rogativa
cada palabra
destinada.
Patricia L. Boero
mayo 2005
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