Por qué, Luis

En una carrera por la originalidad temática quedaría en último puesto gracias a la pendantería de los jueces. En un certamen de rupturas expresivas no llegaría  a mención honorífica (por exceso o por defecto) Haría pedazos los afanes ordenados, recopilatorios en pos de su obra diseminada en manos de amigos, dibujada en cuadernos, trocada en regalo, en letra de empapelar la otra cara del ropero. Arantxa, de Burgos, me habló de él entre el vapor amniótico de una pileta termal en Aguas Calientes. (resonaba el poenimio Inti Raymi) Era su reciente descubrimiento.

Por ejemplo, qué.

Por ejemplo esto.

No lo recites. Sólo díctamelo.

En el bolsillo de atrás del jean mojado cabe una hoja doblada en cuatro partes.

Después fue la ciudad. La playa sucia de Lima. La humedad de Lima. El libro pequeño. A los años la necesaria compañía de unas palabras semejantes para expulsar a los demonios de la pena. Más tarde, la impresión de continuidad del 'aire de familia'

Yo no escribo así pero, a veces, quisiera.


CHANSON D'AMOUR

Tengo la hermosa
Impresión
De haberte visto
Y contigo detenerse el espacio
Y Algo que tú amaste

Tengo la dulce sensación
de haberte visto
Y contigo luces
Cielo tiempo flores
Y un amor

Tengo el temor
De haberte visto
Amor. Limpio cielo
De mi amor. Azul.
He visto llegar a mí
Tu tierna voz y el espejo
De los muros. Espejos
De la sombra. En la esquina
Sutil pasa tu cuerpo.

Paz de los bares
Paz de los cinemas.

Yo tengo el temor
De haberte visto
Amor. Y contigo la azul
Melodía silenciosa.

Yo creo haberte visto
Amor. Y contigo la bruma
En el frío atardecer
De Lima. Yo creo
Amor que tú procedes
De tu alma. No de mi alma
Con el Amor que no sueña
Con el Amor que no llora
Con el Amor que es en ti
El mío. Pero también
Cristales, flores, simples
Flores del sol
Por eso temo
En el frío atardecer
Haberte visto.



Había un jardín
Cómo lo he de olvidar.

* * *

Chanson d'amour

Y a esta hora
Tu amor es lo única
Que me es atento
No sé pero semejante
Es la canción
De los ramajes graves
Y densos. Algo así
Quisiera escribir
Por relatarte mi amor
Mi amor
Que sí
Pudo ser
Mi amor
Que no fue
Ciego
Ni tonto
Mi amor
Que nada
Lo puede
Sino el amar
En algún lugar
A tu manera
Tú lo sabes

* * *

Yo conozco  
De ti  
Lo mejor  
Tu conoces  
De mí  

He aquí que te he amado  
A través  
Del bello tiempo 

Y a través  
Del peor  

Y jamás  
Con el sueño  
Sino con el amor  

Luis Hernández Camarero


Es un poeta menor de la antología, que en el éxtasis de un atardecer que no será una noche, habrá oído, creo yo,  la voz del ruiseñor de Teócrito. 

(2005)

Trotstomo

Navegación

de quilla hendida

inmóvil


poco tendrán

que reparar

cuando se parta

en dos


todo barco

hace agua,

nos dijeron,

sin necesidad

de vendavales.


si el horizonte

nos niega

su promesa

la mirada

despejará sus caminos

hacia adentro


llegar

o nunca haber estado


partir

o dejar que las cadenas

hagan lo suyo

por lo bajo


anclar

se ha transformado

en un riesgo nada

calculado


TROTSTOMO

-el barco destrozado-

sólo finge avanzar


y el ancla tira

como los mil demonios.


Inesperado

Viene el cuerpo y te dice
 
te bruscamente hilvana un freno
 
un puñal de vida lenta
 
Una almena de halcones
 
        —fiebre, fiebre—
 
te vende por el precio
de unos labios resecos
un preludio de infierno
 
te amansa todas las verticales
 
te tiende.

Velo

Tú vienes de la noche
de la más baja soledad del verbo
quieto
sin más que agradecer
a la lejana
estrella
que su temblor
su lengua sin aristas
y hasta al azar del ojo
ciego
la tenue exactitud
la indeclinable llama


pasa
y pulsa las cuerdas


pasa y se queda
desatando
debajo de la noche
de la cual tú provienes
como el aire y el agua.

Tú que hacia el día ibas
desde la oscuridad
del verbo solo

tú que viste cubierta
tu lámpara nocturna
con las ajenas aguas del desprecio
y declinaste tu voz bajo las piedras
como quien hila la promesa
con labios secos y tierra prometida
 
tú, el más cercano en el temblor
de la que pasa
y desata en penumbra las cuerdas
de los fondos
 
no preguntes

hay sólo una palabra
que gira eternamente
en torno de su boca
 
es su heredad

lo que el poema alumbra

lo que calla.

A Philippe

Tú no puedes morir. Te está prohibido.
La belleza, el dictamen del luminoso ardor,
la infancia pura donde alienta la sangre
te han marcado.

Tú no puedes morir ni darte el abandono
su estocada final.

Desafía la cuerda la puntual despedida
y el tiempo —esa emergencia oscura que linda
con el barro— termina de caer.
Por tu garganta sólo la aurora existe
y existe la promesa, el alba, el don del aire

que nos vuelve a habitar
como entre sueños la voz que susurraba:

Ya estás donde estarás.
Aquí es tu casa.
Tú no puedes morir.

* * *

Una ignorancia es puente si no caigo
a las aguas de la figuración.

Yo no me miro en ti,
sólo te miro
y eso es veneración: esta distancia
que confía a la mirada muda
y al canto la suerte de este viaje.

Yo no me miro en ti.
Yo no me escucho.
Yo padezco tu voz
como padezco la gracia de este mundo:
con el gozo tenaz de un animal de paso,
con la secreta insignia que portan los caídos,
y con mi humanidad.

Yo celebro tu voz que se ha quedado
Con su tenue espesor
Acorralándome.

* * *

Y tú estabas allí
en uno de los incontables escenarios
que te vieron robar
el fuego puro.

Y tú estabas allí
y aquí nosotros
felizmente cercados
por el aire
y la gloria
que no se puede asir.

Y tú estabas aquí.

* * *

La música es mi graciosa compañera.
La música que hiere.
La única música
que yo espero alcanzar

* * *
Ahora es nuestra vida
en la eterna presencia del misterio.
Tú no puedes morir
mientras ejerzas
el blanco oficio del que pule
de todas las muertes las aristas
con la dulce paciencia
del niño que cantaba.