En vela


Dejó a la sombra
confiar su sigiloso movimiento de fuga
mira el oleaje y su dirección interceptada,
mírame no mirarte
al perfil improbable de una costa de plata.

Allá no hay nada, dijo, nadie
más que sueño, prolifera extraviada
la espuma del sentido, guijarros cual indicios
de sucesivas fundaciones
—allá no alienta mi palabra.

Dejó encallada la deidad que distingue y separa
música de aire vibrante, cuerdas de canto,
tañido de campana, hasta llevar al mundo
a su condición de observatorio.

De él, solo entre verbos ásperos,
la lengua desatada y dulces juegos
si atravesado el pórtico
bajo tierra durmieran hálito y verdores,
si entregado a un vislumbre
sobre extendida sábana la selva lo asediara.

Para la tenue huella de luz que ahora enciende
la procesión nocturna de los peces,
la práctica del sol es un don sustraido.

Mas en este palacio de agua muda
la marea hecha cielo dispone el íntimo refugio
de un antiguo jardín petrificado
donde hundir el sedal.

El cebo de toda esa blancura
he de ser yo.


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