Thomas tiene una presencia que electriza, que concentra. Las fotografías que le tomaron a lo largo de su vida como acercamiento previo a lo que escribió dan cuenta de ello. Lo que otros cuerpos y posturas no comunican, lo comunica el cuerpo de Thomas: está presente como debe estarlo un tirador de arco: la mirada haciendo centro, los pies en tierra, la tensión justa, la distancia necesaria. Y a veces, la sonrisa nada banal de un hombre polémico que se sabe inaugurando algo. Thomas no es un religioso cualquiera.
"En un koan zen, alguien dijo que un
hombre iluminado no es quien busca o encuentra a Buda, sino,
simplemente, un hombre normal y corriente que ha hecho cuanto tenía que
hacer". Los quehaceres de Thomas también incluyen dudar, tener contradicciones, vacilar, darse el lujo de la falla, huir de las definiciones cerradas, de la espantosa completud.
Thomas Merton murió el mismo año en que yo nací. Murió desconcertando.
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